México no es una realidad dada ni una esencia:
es un proceso.
Octavio Paz.
Una de las vías más cortas para arribar al pesimismo más
exasperante es la tendencia a comparar realidades con idealidades. No es que
aspirar a realizar ideales resulte necesariamente inconveniente o problemático,
pero dejar de distinguir entre lo ideal, siempre subjetivo, y lo real, puede
resultar patológico.
Lo ideal se define por oposición a lo real. Los ideales son
valiosos para orientar, dirigir y encauzar, mas no para medir o evaluar el
grado de evolución de una realidad dada; para ello es necesario proveernos de
mejores términos de comparación: un estado precedente al aquí y al ahora de esa
misma realidad o alguna otra realidad análoga y en similar estado evolutivo.
No hay realidad, por excelente que resulte, capaz de superar la
prueba del contraste con modelos ideales, sobre todo si se ignoran su nivel de
desarrollo en un determinado punto inicial o las condiciones, circunstancias y
contexto históricos.
El poder explicativo de la idea de Paz, de la que me he servido
como pórtico, es formidable. Las realidades humanas, incluida la persona (cada
una de ellas), no son algo dado, al menos no totalmente, sino que son obra en
construcción, siempre precarias, imperfectas e inacabadas. No se trata de
esencias, sino de existencias.
Nuestra democracia, como todas las del mundo, es
un proceso afincado en la historia; no es un ente de razón sino una obra común.
Como fenómeno histórico, los equilibrios democráticos tienden a ser inestables.
Es necesario efectuar continuas revisiones, adecuaciones, rectificaciones y ajustes,
pero es importante mantener la conciencia plena de que la Democracia perfecta
es un ideal inexistente.
Comprender la distinción, planteada por Bobbio, entre ideales
democráticos y democracia real, permite advertir que ésta es un proyecto de
vida social basado en el pluralismo como nota distintiva. En ella convergen y
se expresan visiones distintas e incluso antagónicas del mundo, de la sociedad
y de la política, pero aquella es, precisamente, el mecanismo en el que todas
ellas pueden desenvolverse y contribuir al desarrollo de un país.
Esto, sin duda, genera tensiones propias de un sistema
democrático, no dirigido a construir, como los regímenes autoritarios, una paz
similar a la de los sepulcros, en la que todo está quieto y estable por ausencia
de vida. Por eso no debe asustar a nadie que la política democrática genere
controversia, disenso y momentos de crispación o encono; los piropos no son
exigibles entre contendientes. El debate y la confrontación de argumentos e
ideas se cuentan entre las principales virtudes de la Democracia, frente a la
imposición jerárquica propia del autoritarismo.
Los mexicanos hemos construido en pocos años un auténtico proyecto
democrático, internacionalmente reconocido y apreciado, al que le hace falta,
sobre todo, arraigar en la cultura. Pero internamente nos seduce cierta
tendencia a la autoflagelación y a la presuposición de que todo aquello que
vemos lejano en el tiempo o en el espacio y cuyos desperfectos no sufrimos, es
forzosamente superior a lo que hemos venido edificando entre nosotros; a
suponer que siempre son otros los que están o estuvieron mejor.
Esta tendencia, aunada a la de confundir a la Democracia con otras
realidades desarrolladas a su amparo, como la economía o la política y en
adjudicarle los saldos negativos de éstas, termina por saturarla de
expectativas ideales y excesivas, carentes de fundamentos reales. Es preciso
distinguir entre la Democracia y sus resultados, uno de los cuales es el
gobierno democráticamente electo; de esta manera ni las cuentas de una política
o de una economía deficiente se imputan al sistema democrático, ni éste sirve
como mecanismo exculpatorio a quienes actúan indebida o torpemente.
No distinguir entre la democracia perfecta y las democracias
reales puede conducir a la frustración de cualquier proyecto democrático por la
vía de la añoranza autocrática. En cambio, asumir que las últimas son
forzosamente deficitarias, podrá producir un cierto grado normal de
insatisfacción, útil para mantenernos alertas e impulsar el perfeccionamiento
del proyecto democrático que en el México de los últimos años ha experimentado
un avance fabuloso y que, no obstante, podría detenerse bajo el influjo del
pesimismo capaz de olvidar que la alternativa a la Democracia es siempre el
autoritarismo, de cualquier género y grado.
Roberto
Martínez Espinosa.
2 comentarios:
Dieter Nohlen categorizqa esto como democracia prescriptiva y democracia descriptiva, muy buen artículo.
categoriza*
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