viernes, 22 de enero de 2010

Quienes sostienen, con razón, que una de las características fundamentales de la democracia es la tolerancia y, al mismo tiempo, afirman, erróneamente, que sólo se puede ser tolerante si se es relativista moral tienen también que inferir, erróneamente, que la democracia y los derechos humanos no pueden pretender vigencia universal. Ésta es una grave «confusión derivada» que enfrenta a quienes la sustentan con el falso dilema de o ser tolerante (democrático) y entonces no poder formular una defensa mínimamente objetiva de la democracia, o pretender justificar y entonces tener que abrazar la intolerancia.
Ernesto Garzón Valdés.
Calamidades.
La pretendida relevancia moral de la diversidad cultural

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